MDS 2022: «Cuando corres un maratón, nada es imposible!!»

Soy Alejandra Hernández Villanueva, Ph.D. Medical Sciences, actualmente corredora de cerro y asfalto, pero cuando hace casi 9 años me puse por primera vez en la vida unas zapatillas para correr (si, primera vez, pues ni en el colegio corría), mi mayor desafío era correr 20 min por las canchas del campus San Joaquín UC, donde realizaba un curso deportivo. En ese momento, pensaba que correr un maratón era algo impensado, gente realmente loca y con mucho tiempo para preparar una hazaña como esa. Yo con suerte me prepararía para correr 10K en menos de una hora.
Si esa Alejandra del pasado supiera que en el 2022 estaría preparando mi cuarto maratón, se hubiese caído literal de espaldas, ¿Cómo podría lograr algo así?
Es que sola jamás lo hubiese logrado, eso sí que es imposible; está tu familia, tu pareja, tu entrenador, amigas y amigos alentándote en todo el proceso. Más aun, con disciplina y aceptando el ciclo de odio y amor en cada entrenamiento, reconociendo todo lo bueno y no tan bueno que eres en este deporte, me han permitido en este último tiempo avanzar paso a paso a una versión cada vez mejor de mí.

Mi principal objetivo para este 2022 era terminar el Maratón de Santiago (MDS) en menos de 3 horas 20 minutos, considerando mi mejor marca del 2018 en Países Bajos con 10 metros de desnivel en 3 horas 23 minutos. Un objetivo ambicioso en vista que el MDS tiene casi 200 metros de desnivel positivo. Recién a finales de febrero me pude inscribir, así que fueron pocos, pero intensos meses de entrenamiento que por primera vez estaban guiados por mi gran amigo y entrenador Fredy Arce.
Tener un entrenador de confianza es fundamental, él sabía que no disponía de tiempo suficiente para largas o dobles jornadas, y que además debía compatibilizarse con mis salidas o algunas competencias en el cerro (porque igual soy trail runner de corazón). Así que siendo bien matea con el plan, incluido un muy buen control de 30K, estaba confiada en que lograría el objetivo (esto pocas veces pasa, siempre se duda y hay desconfianza).

El día D

Domingo 06.00 am suena el despertador, levantándonos junto a mi pololo Pedro, que también fue a los 42K del MDS. Listos y dispuestos, con un buen desayuno de frutos secos, plátano y manjar para hacer la última carga de carbohidratos tal como lo planificado (¡todo este tiempo siguiendo el plan del nutricionista deportivo Álvaro Vergara, un crack!).
Emprendemos el rumbo con nuestro dorsal listo, y muy abrigados, al Metro de Santiago, y pff CERRADO. Había gente afuera esperando que abriera, eran las 06.55 y al parecer solo línea 2 empezaba a funcionar con anticipación. No averiguamos bien previamente, nos confiamos de un post que leímos a la rápida y eso nos puso bastante nerviosos. Para llegar al Parque O’Higgins podíamos tomar dos micros (muy poca frecuencia) o taxi (cabify, porque ni los taxis paraban). Cuento corto, pedimos uno, llegó como en 15 minutos (se demoró por los cortes del tránsito) y tuvimos que correr algunas cuadras a tomarlo. Ahí partimos ya calentando.

Llegamos a destino casi a las 8 am, teníamos menos de 30 minutos para prepararnos, guardar nuestras cosas, pasar al baño y calentar, o sea, IMPOSIBLE.
Lo que mejor pudimos hacer es empezar nuestro calentamiento desde que nos bajamos del auto trotando con nuestras mochilas, casi 10 minutos hasta llegar al stand de GEP que nos acogió para guardar nuestras cosas. Encajonamos a 2 minutos de la largada, casi al final, tratamos de avanzar un poco, pero no logramos quedar con los de elite (jajaja siempre bromeamos con eso).
En ese momento no importaba mucho quedar muy atrás, pero ahora pensándolo bien, el resultado podría haber sido un poco distinto.

A las 08.30 en punto partió el maratón!
Demasiada emoción, el clima era perfecto y estar ahí parada junto a miles de corredores que por mucho tiempo soñamos con volver a correr libremente por las calles, no tiene precio. Casi a las 08.32 recién pudimos cruzar el arco de partida, no quería apurarme demasiado y con tantos corredores tampoco podía avanzar rápido. Solo había que disfrutar el primer kilómetro con toda la alegría de la gente apoyando a las afueras del parque.

Ya luego del K2 recién pude ir a mejor ritmo, la idea era no bajar los 4.30 min/km al menos los primeros 5km. Siempre me sentí cómoda, muscularmente, pero del estómago todo lo contrario, el frío no me dio ninguna buena sensación (traté de no hacerle caso nunca). Además, costaba a veces correr con el suelo mojado, súper resbaloso y vi a dos personas caer, pero se levantaron rápidamente.
Sin mirar demasiado el reloj, ya en el kilómetro 8 sentí que no podía mantener el mismo ritmo, eso significaba que ya empezábamos la primera subidita. En cada punto de hidratación bebí un poquito de agua o isotónico, muy pequeñas cantidades, y ya en el kilómetro 10 me tomé el primer gel (tremendo gel el de Wild Mate, comparado con otro que prefiero no nombrar que apenas me lo pude comer).
Ya con más energía, recibiendo toda la buena vibra de la gente apoyando en la calle, solo iba mentalizada a continuar así de cómoda y ver qué tal me sentiría en la temible ruta de Vespucio. Casi 10 kilómetros con un buen desnivel positivo, la ruta “come piernas” te pega con todo, pero una vez que la terminas bien, es un tremendo augurio que tienes ya buena parte del maratón en tu bolsillo. Mejor de lo esperado, la pasé increíble en esa ruta, junto a un corredor brasileño nos pusimos a charlar y hasta grabó un video juntos (ahora ya nos seguimos hasta en Instagram jajaja).

Ví a varios amigos en ruta, que son una tremenda motivación para seguir con todo, pero el que estuvo conmigo hasta el final fue Fredy, que me acompañó en bicicleta desde el kilómetro 24, he hizo que el recorrido pareciera más fácil.

Aun me daba tiempo para conversar algo, ahí nos encontrábamos con mucha gente que nos conocía y podíamos disfrutar aún más de esta carrera. Yo le decía a Fredy, voy cómoda, pero me da temor ir más rápido, sentía que podía venir alguna contractura y eso lo quería evitar al máximo.
El ritmo fue muy variado, tal como es la ruta, y a pesar que nunca miré el reloj, anduve entre 4.35 hasta 4.50 min/km. Gracias a un gel, un plátano y un magnesio llegué con excelentes sensaciones al km 28 aproximadamente, donde partía la última parte y final: la bajada por Andrés Bello.
Estaba demasiado emocionada, ya sentía que había logrado el objetivo y solo quedaba disfrutar ese momento.

El final

Hasta Baquedano me fui muy tranquila, trataba de estarlo, ya que a veces las emociones te pueden jugar en contra. En esos minutos ya pensaba en ver a mi mamá y mi tía que me estaban esperando en La Moneda con Coca-Cola (la única instancia que la bebo jajaja), ¡y verlas sin duda fue lo mejor!

Ya solo quedaba un poco más de 5 km, trataba de ir más rápido, pero era muy difícil. Los últimos 3 km se corrieron más con el corazón que con las piernas, ya me sentía cansada (súper normal creo yo jajaja) pero le dimos con todo, iba pegada a un grupito que me tiraba, no podía aflojar. A menos de un kilómetro, al doblar para luego entrar al Parque O’Higgins, casi paro por contractura de los pies y gemelos. Fue una sensación horrible, espeluznante, porque no quedaba nada y eso podía fregar todo y hacer que llegara a la meta gateando. Por suerte, solo quedó el malestar y pude seguir, pero ahí estaba la contractura.
Corría y corría para que todo terminara rápido, pero a la vez sentía que mis pies se iban recogiendo nuevamente. Los últimos metros fueron realmente muy difíciles.

Y LLEGUÉ, no con el mejor remate (aunque el último kilómetro lo logré a 4.18 min/km), pero lo logré en menos tiempo de lo esperado, según mi reloj en casi 3h 14:35 (y oficialmente con casi dos minutos extras por largar en la cola).
Lo logré sin mayores dificultades, más bien todo lo contrario, aunque luego apenas caminaba, porque sentía que en cualquier minuto me venía una contractura y caía al suelo, pero eso jamás pasó.
Cada minuto post maratón me sentía mejor, ya más que feliz solo quería compartir la alegría de lo ocurrido con todas las personas que me habían acompañado de distintas formas en este proceso. Esta medalla es por tantas personas que no pudieron correr, por toda mi familia que en algún momento también corrió y ahora no pueden. Esta medalla es por mí y por todos quienes luchamos por salir constantemente de la zona de confort para lograr estas grandes hazañas y sentirnos más vivos que nunca. Entrena duro y corre fácil, y ya una vez que te das cuenta de todo el poder que tienes para correr un maratón, nada es imposible.