Maratón del Maule 2023: «MI EQUILIBRIO ESPIRITUAL»

Me llamo Sergio Cancino. Hace 15 años un esguince de tobillo me sacó de las canchas y me instaló en el pavimento. El kinesiólogo me recomendó trotar para recuperarme de la lesión y no volví a jugar a la pelota. Digamos que el futbolito perdió a un jugador empeñoso, incansable y a veces rústico… y que el atletismo ganó a un corredor entusiasta, esforzado y contemplativo.

En 2008 participé en los 10K del Maratón de Santiago; al año siguiente, subí a 21K; en 2010 me lancé a los 42K. No sabía en qué me estaba metiendo. Me demoré casi seis horas en terminar y con dureza aprendí que debía entrenar más, dosificar el ritmo y comprar mejores zapatillas. También descubrí que tenía resistencia y que a contar del kilómetro 30 uno entra en un trance, en una sorprendente y adictiva dimensión desconocida. Definí un solo objetivo: siempre cruzar la meta con una sonrisa, sin importar el resultado. Retorné siete veces a la maratón capitalina y sumé otros 42K en Buenos Aires, Viña del Mar y Lima, además de una docena de carreras de medio maratón.

Soy un trotador solitario. Nunca quise convertir mi pasatiempo en una obsesión. Amo la música, pero entreno sin ella. Corro con lo mínimo: mis sensaciones y mis pensamientos me envuelven.

Cuando anunciaron la primera Maratón del Maule supe que debía participar. Luego de tantos años radicado en Santiago, tenía la posibilidad de correr cerca de Molina, mi ciudad natal. La idea de tener a mis papás en la llegada, en el imponente Estadio La Granja de Curicó, era un aliciente. No me equivoqué: fue una hermosa carrera.

No solamente por el paisaje y porque éramos un grupo reducido de deportistas mirándonos con sonrisas tranquilo-nerviosas en el amanecer precordillerano de Los Queñes, sino porque tenía esa épica de las cosas que suceden por primera vez. Fui feliz y, apenas detuve mi cronómetro, supe que repetiría la experiencia.

En 2023, mi decimotercera maratón fue en el Maule y, finalmente, bajé de las cuatro horas e hice mi mejor tiempo: 3 horas 55 minutos. A mis 46 años, me llena de orgullo. Otros testimonios recogidos en esta página hablan de las exigencias de la altimetría y del trazado, del frío y la llovizna inicial, de la fantástica organización y de la belleza de la medalla. Todo eso es cierto. Sin embargo, existe algo particular en esta carrera: sentí que corrí arropado por mis ancestros y por espíritus antiguos.

Tal vez porque atravesamos un valle entre ríos y montañas, liberados en gran parte del trayecto de la opresión urbana y su ruido permanente. Quizás porque mi corazón molinense me conecta con el entorno de una forma casi genética. Pero creo que el elemento más poderoso es la cantidad de animitas que existen en el camino y nos recuerdan nuestra propia fragilidad. Cada paso es una vigorosa declaración de vida en nombre de quienes están al otro lado, mientras nos observan cerros, bosques y piedras que seguirán ahí cuando nosotros seamos polvo.

El asfalto destruido por el último temporal es otro recordatorio: estamos en el dominio de la naturaleza. Esa energía geológica y estremecedora es única. Por supuesto, seguiré rodando por parques, avenidas y ciudades. Pero ahí, en la VII Región, siempre estará mi punto de partida y, espero, mi lugar de llegada.

Mundo Running… Corremos contigo!!
#EnvejecerCorriendo